lunes, 23 de mayo de 2011

TERANGA



Una de las cosas que más me gustó cuando fui a Senegal fue la lucha senegalesa, no tanto por el espectáculo en sí, como por la lección de vida que aprendí.
El evento fue al aire libre. Toda la gente del poblado llevaba sus mejores galas menos las dos toubabs (blancas en wolof) que parecía que íbamos de safari. Fuimos al lugar elegido cantando y bailando, porque en África la gente es así de alegre. Las mujeres, como podéis ver en la foto, se sientan en los taburetes y los niños por el suelo. Se pelea por equipos. Las mujeres se levantan y cuelgan cintas de colores de los cuerpos de los luchadores a los que apoyan mientras bailan una danza especial. El combate es cuerpo a cuerpo y pierde el primero que toca el suelo con la espalda. Cuando acabó la primera pelea, automáticamente todo el mundo comenzó a chillar y a aplaudir. Los compañeros del chico ganador cogieron a su héroe a hombros y las mujeres de ese equipo bailaban y cantaban alrededor de ellos acompañados por los niños. Y, ¿qué creéis que hacían los del equipo perdedor? Lo mismo. El chico a hombros de sus compañeros y las mujeres y los niños de ese equipo también cantando y bailando. Menuda fiesta se armó. Yo, tan blanca y vestida de caqui, estaba confundida y le pregunte a una de las mujeres que quién había ganado el combate. Y me dijo: “Eric”, y le pregunté: “¿Entonces por que aplauden también a Louis? Me miró sorprendida y me dijo: “Hombre, encima de que el pobre ha perdido no lo vamos a poner más triste”. Sencillamente genial.

Con este recuerdo me acosté anoche, cuando venía de celebrar que mi padre va a ser concejal del Ayuntamiento de Logroño. Estoy muy orgullosa de ser su hija y me alegro profundamente por dos cosas: primero por él, que le hace mucha ilusión, y segundo por los logroñeses, ya que estoy absolutamente convencida de que va a hacer una gran labor porque es la persona mas honrada que conozco y se deja la piel en todo lo que hace. Pero por otro lado, no puedo dejar de pensar en el bando contrario, especialmente en Tomas Santos y en su familia a los cuales les tengo mucho cariño desde que era una niña. Así que, siguiendo la costumbre senegalesa que tanto me gustó, desde aquí les quiero mandar todo mi apoyo, mi cariño y mi respeto y animarles para que no estén tristes. ¡Ánimo Tomás!

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